75 años, ¿jubilación? 1 / 2.

Por: Víctor Sánchez.

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Hace rato que no se festejaba una nacionalización. Específicamente hace 12 años, cuando las fiestas otrora patrias comenzaron a dejarse en el baúl. Bien mirada la cuestión, hasta fue un acto de congruencia. Los tiempos azules se alejaron de las fechas y especialmente de los nombres. De la revolución sólo se salvó Madero, quizás por la bandera general de la democracia. Quizás.

Fueron tiempos de cambio, se dijo. Pero no fue así: se mantuvo la misma tendencia que había iniciado De la Madrid, desde el PRI, privatizando todos los servicios, instituciones, empresas o corporaciones en poder del gobierno pues consolidaba una perspectiva de Estado benefactor o Estado social, permitía una intervención amplia en la economía de mercado, y nos guste o no, equilibraba las relaciones con el capital extranjero.

Pongamos por caso el café y el maíz. El control de los precios logró una distribución de la riqueza alcanzando a los productores pequeños, o sea, a los campesinos. Conasupo, con sus mecanismos de compra, fertilizantes, bodega, seguros y distribución, sostuvo los precios del maíz en doble beneficio. Lamentable claro, corrupción ocurrida, sí, pero la economía agrícola se sostenía con su presencia. Inmecafé mantuvo buenas batallas con la protección nacional a los precios del café, sin duda.

Pero la intervención económica del gobierno se terminó cuando el llamado “liberalismo social” salinista cubrió el territorio nacional. Desde 1984, las privatizaciones se instalaron, entregando dichos bienes y servicios al capital privado. La conversión de los bienes públicos en comercio privado, contrajo el compromiso del ataque directo a la corrupción pues esos bienes serían eficientes y eficaces pasando a poder de los empresarios particulares. ¡Las empresas privadas son 100 por ciento eficaces y transparentes!

Sólo quedaron dos industrias nacionalizadas: la eléctrica y la petrolera. Al servicio de la industrialización, o mejor dicho, de la economía capitalista, en las tarifas de estos insumos básicos se demuestraron las facilidades ofertadas a dichos capitales. Ambas industrias controladas como fuente sustancial de recursos para la federación, muy por encima de la labor hacendaria de la misma. No fueron ni han sido empresas, pues el total de sus recursos pasaban a las arcas de la “nación” como si Hacienda recabara sus impuestos; la federación cada año les otorgaba un presupuesto trasquilado, siempre insuficiente, aunque con amplia autorización para adquirir deuda; y estaban -están- impregnadas de cínicos funcionarios atentos a corromper cuanto se pudiese, alcanzando la tentación a los dirigentes sindicales. Con esta dinámica los ingresos totales de la federación dependieron plenamente del potencial energizado y las empresas fueron desangradas históricamente.

Desde aquéllos años se instaló la lucha contra la corrupción y la modernización en ambas industrias. En julio de 1983, un senador fue desaforado acusado de fraude por más de 5 mil millones de pesos, cuando había sido director de Pemex. Punto máximo de su Renovación Moral, ahora sí Pemex retornaría al sendero. Díaz Serrano con De la Madrid, La Quina con Salinas.

A los 75 años de Pemex los puntales de su aniversario son –como en el 83- anticorrupción y modernización. Ni un sólo tornillo de Pemex será privatizado. ¡Ni uno solo! Lo mismo dijo Fox el 14 de diciembre del 2000: Luz y Fuerza del Centro ni se privatiza ni se vende, se moderniza.

Peña igual avanza, y así lo afirmó en los 75 años de “Pemex, será sinónimo de modernidad, eficiencia y productividad. En este 75 Aniversario de la Expropiación Petrolera, frente a la Nación, reafirmo: PEMEX no se vende, ni se privatiza”.

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