Por: Víctor Sánchez
La Asociación Nacional de Abogados Democráticos dice que “la política laboral del sexenio ya tiene nombre: democratizar la productividad, aunque no se explique en qué consiste”. El gobierno federal enfatiza, pero no define, que democratizar la productividad es “trabajar mejor y lograr el uso eficiente de los recursos empleados en una actividad económica”, pero la ANAD insiste: “lo que no explica Peña Nieto es qué entiende por democratizar el trabajo… Lo que no vemos por ningún lado en la política laboral oficial es la participación de los trabajadores”. [“Sobre los trabajadores y la productividad”, La Jornada, 28/05/2013] Y concluye: las cúpulas sólo repartieron pobreza, bajos salarios y empleo precario.
La ANAD duda de las definiciones y no yerra en su conclusión: las cúpulas han definido la política laboral y los obreros –reales- están trabajando. La democracia de la productividad está definida por las cúpulas, igual que sus indicadores y su estructura. El gobierno arrancó con la democratización de la productividad desde antes de empezar a gobernar, pues la reforma laboral se hizo con las Cámaras electas al tiempo presidencial, y por ello se aprobó. Por eso, la primera reunión para dar formalidad a la Comisión da respuesta a la ANAD.
El 17 de mayo, en el diario oficial de la federación (DOF), se estableció el Comité Nacional de Productividad, considerando, entre otras cosas, “que es necesario impulsar el desarrollo integral y sustentable del país, con el propósito de generar condiciones de mayor bienestar para todas las familias mexicanas… considerando a trabajadores, patrones, sectores productivos e instituciones académicas y de investigación”, y dadas “las reformas y adiciones a la Ley Federal del Trabajo, publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 30 de noviembre del 2012, se prevé la constitución de un Comité Nacional de Productividad, como órgano consultivo y auxiliar del Ejecutivo Federal y de la planta productiva, al ser la productividad factor fundamental y condición indispensable para el crecimiento económico, la ampliación y mejoramiento de las oportunidades de empleo y con ello, de modificación favorable de las condiciones de vida de la población en general”
Aún no se le daba el otro carácter, fundamental, ideológico, ¿retórico? La productividad estaba ya en el programa desde antes de noviembre de 2012, cuando se preparó el proyecto de ley como uno de los ejes de campaña [de gobierno] del PRI. Eso nos queda claro. Pero aún no existía la democracia en la productividad. Cuando los burgueses aprobaron la “nueva” ley laboral antes del “nuevo” gobierno, con un Pacto por México sietemesino –ya pataleaba en el vientre patrio- “en interés de la clase trabajadora”, la “nueva productividad democrática”, no formaba parte de los “beneficios” ofrecidos: habría más trabajo, mejores condiciones laborales, menor informalidad, más y mejores salarios. Pero no ocurría aún el despliegue sintomático y fosforescente, democrático productivo. Lo alertaron, lo sabían Marx y Engels: ¡Libre comercio!… en interés de la clase trabajadora; ¡Aranceles protectores!… en interés de la clase trabajadora; ¡Democratización de la productividad!… en interés de la clase trabajadora.
Después vendrá la democratización. Insistimos: la posición será ideológica en tanto el comité está conformado por una pléyade de funcionarios: “el Secretario de Hacienda y Crédito Público, quien lo presidirá; el Secretario de Economía; el Secretario de Educación Pública; el Secretario del Trabajo y Previsión Social; el director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología; 5 representantes de organizaciones empresariales; 5 representantes de organizaciones sindicales de trabajadores; 4 representantes de instituciones de educación superior; un representante de institución de educación técnica media superior, y un representante de institución de capacitación para el trabajo.” En total, 21 personajes selectos para el diseño de la productividad. Si hay orden habrá progreso, es lo que procura el comité. Habrá 4 reuniones al año y se formarán los subcomités regionales, sectoriales o por rama. Centralismo oficial, control de gobierno o decisiones de cúpulas.
Para el por sí fortalecido, protegido, blindado, tan vertical como centralista, comité aún no democrático —nótese— se prevé el auxilio “de un Secretario Técnico, que será el Secretario Técnico del Gabinete Especializado de México Próspero, al que se refiere el «Acuerdo por el que se establece la integración y el funcionamiento de los gabinetes», publicado en el Diario Oficial de la Federación el 1 de abril del 2013”. Las rúbricas del decreto fueron 5: presidente, hacienda, economía, educación y trabajo.
El propio Peña Nieto dice lo siguiente: “he determinado que los asuntos del Gobierno de la República se atiendan en cinco ejes estratégicos, a saber, México en Paz, México Incluyente, México con Educación de Calidad, México Próspero y México con Responsabilidad Global, con un enfoque de análisis especializado y transversal, de manera que todas las dependencias y entidades involucradas actúen en forma conjunta y coordinada para la consecución de los objetivos y metas que se requieren para la transformación de nuestro país, en beneficio de la sociedad en todos los ámbitos”. En este decreto se precisa al preciso, siendo federal y centralista determina por cuenta propia. Para la creación del comité de productividad, se blinda, con una pizca más de centralismo, de verticalidad, para darle sabor al caldo –decía mi abuelita-.
¡Aún no aparece lo ideológico! ¡Nada democrático en la producción ni en la productividad! La política ideológica se decidió días después. Con escenografía y seguridad para los medios. Para el teatro político, para el discurso. Los burgueses así preparan el terreno de sus propuestas, por el bienestar del pueblo, por el progreso de México. La comisión intersecretarial México Próspero, asesora técnica del comité por la productividad democrática: la democracia dirigida. Por los trabajadores. ¡Perdón! Aún no es por los trabajadores, ni se postula su democratización; es el engranaje centralizado; son puros secretarios del gabinete. Los actores, la escenografía, el teatro y el programa lo decide el poder ejecutivo, el actor central o el director, el mero mero.
En resumen: el 27 de septiembre, 18 secretarios del gabinete y el jefe cordaron 5 gabinetes “especializados” para coordinar los ejes propuestos en el Plan de Desarrollo; el decreto lo firmaron 22 secretarios. México Próspero, con 22 secretarías coordinadas por la Secretaría de Hacienda, será el apoyo técnico del comité para la democratización de la productividad. Como podrá contarse bien, los decretos centralizan o, como lo indican, coordinan las acciones del gabinete para los programas de gobierno.
Aceves del Olmo, por los trabajadores, afirmó que “en este proyecto, no será el esfuerzo de los trabajadores en quien recaiga la responsabilidad de los resultados, como históricamente ha sido, sino del conjunto de acciones de empresarios, de Gobierno, de la academia”. Lo comparó al Pacto Social de España en la transición; reconoció la necesidad de capacitación, el apoyo a las pymes familiares para revertir la informalidad. El rector inquirió el presupuesto para ciencia y tecnología, para las innovaciones requeridas. Ni qué decir de los patrones, gustosos estaban de abarcar en todos los niveles y regiones la garantía de la productividad. Todos coincidieron. Pero no enfatizaron la democratización de la misma.
Fue el jefe y su brazo derecho. Ahí, en sus discursos, apareció la democratización de la productividad, su retórica. Decretan concentrar y deriva, entonces, la centralidad democrática de los gabinetes con las cúpulas. “Los trabajadores no pueden ser secundarios en este proceso”. ¡UPS! Videgaray dixit: este comité del más alto nivel transformará a México. Será la única “vía para elevar de manera consistente y permanente el ingreso de los trabajadores”.
Los burgueses ¡lo aseguran y lo firman!