Adiós Luis Tomas Cervantes Cabeza de Vaca

Por: José Luis Urzúa

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«Con mi más sincero afecto y con el valor de verdad como ariete, me permito hacer público reconocimiento a Luis Tomás Cervantes Cabeza de Baca, gran amigo y firme luchador del 68. Ha muerto el 2 de abril… Hombres como él no deben irse sin mención especial. Con humildad, que la voz del respeto y el honor se abra paso para grabarlo en la memoria de México. Entre la algarabía y la simulación del protagonismo que han oscurecido el recuerdo sobre ese hecho histórico, un minuto de silencio para Tomás.»

Severo Iglesias

Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, uno de lo más destacados dirigentes del movimiento estudiantil de 1968, preso por ello y sometido a torturas en los interrogatorios, falleció la tarde del 2 de abril, a los 70 años de edad, en la ciudad de México. Según lo informó su esposa, Nubia Rodríguez Buendía, murió por problemas cardíacos y la diabetes que padecía desde hace ya varios años.

Cabeza de Vaca fue uno de los líderes más activos durante el movimiento estudiantil de 1968; era representante de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH). Las autoridades lo responsabilizaron de izar la bandera rojinegra en el asta del Zócalo de la Ciudad de México, tras la manifestación del 27 de agosto de aquel año. Un mes después, fue detenido por agentes de la Dirección Federal de Seguridad, y acusado de incitación a la rebelión, asociación delictuosa, sedición, ataques a las vías generales de comunicación, daño en propiedad ajena, robo y despojo. Estuvo preso en la penitenciaría de Lecumberri de 1968 a 1971, y al ser liberado vivió un tiempo en el exilio en Chile.

En Lecumberri estuvo preso con los dirigentes estudiantiles Raúl Álvarez Garín, Félix Hernández Gamundi, Marcelino Perelló, Gilberto Guevara Niebla y Saúl Álvarez Mosqueda, quienes, como él, enfrentaron varios simulacros de fusilamiento. La prisión también la compartió con otros presos políticos: Demetrio Vallejo, Heberto Castillo, Valentín Campa, José Revueltas, José Tayde Aburto, Salvador Ruiz Villegas y Romeo González, entre otros.

Tras su retorno a México, fundó el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), antecedente del PSUM, junto con Vallejo, Castillo y otros luchadores sociales.

Elena Poniatowska reconoció siempre que sus testimonios fueron fundamentales para su libro La noche de Tlatelolco. En uno de los pasajes de esa obra, Cervantes Cabeza de Vaca narra las torturas que sufrió durante un interrogatorio en Lecumberri; sus captores pretendían que delatara a sus compañeros y a políticos y líderes sociales que, según las autoridades, financiaban y apoyaban al movimiento estudiantil. La Jornada citó el pasaje: “El mayor se me acercó y me puso un capuchón de una tela gruesa como lona, pero su tejido dejaba pasar algunos rayos de luz de los focos. Me cubría toda la cabeza hasta el cuello, cerrándolo a la altura de la garganta. Me doblaron los brazos y me ataron las manos por la espalda (…) Los pasos del soldado se acercaron y un golpe de su mano empuñada se estrelló en mi estómago al tiempo que preguntaba ‘¿Quién les da el dinero?’ (…) Más golpes, ahora en los testículos. Un intenso dolor hizo que se me doblaran las piernas y caí al suelo. Ahora ya no eran golpes, sino patadas en todo el cuerpo (…) Gritaba de dolor, de impotencia, de coraje, y las lágrimas brotaban de mis ojos (…) Los golpes se combinaron con toques eléctricos en los testículos, en el recto, en la boca. Y más preguntas”.

Cervantes Cabeza de Vaca trabajó para la Conasupo en 1971; en la Subsecretaría Forestal de la Secretaría de Agricultura y Ganadería en 1975; y en la Dirección de Planeación Forestal de la Secretaría de Programación y Presupuesto de 1977 a 1980. Fue profesor en la Universidad de Zacatecas de 1980 a 1990; colaboró en el Programa Nacional de Reforestación de 1994 a 1998; y fue vocal ejecutivo de los Chimalapas durante el gobierno de Heladio Ramírez, en Oaxaca. El año pasado dio su apoyo al movimiento #YoSoy132, y pidió congruencia y honestidad a los integrantes de ese colectivo.

Cervantes Cabeza de Vaca, como otros luchadores sociales murió en la pobreza. Le sobreviven su esposa Nubia y dos hijas, y un libro, Ni muerto me doy por muerto, que presentaron hace unos días en el Museo del Chopo, en el Distrito Federal.

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