De los chavos banda a los hipsters en Querétaro

Por: Javier R. Pérez

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El tiempo y el sistema comercial han demostrado que son capaces de transformar valores, creencias, costumbres, modas, vestimentas y sociedades; que pueden convertir en malo lo bueno, y viceversa, y que las cuestiones “contestatarias” pueden ser transformadas en un producto listo para ser consumido.

La juventud se ha visto envuelta así por el sistema comercial, haciéndose presa del consumo, porque son los jóvenes quienes portan las modas, experimentan con looks, peinados, accesorios y géneros musicales.

En Querétaro, los “violentos chavos banda” de finales de los años 80 y principios de los 90, de imagen ruda, pantalones ajustados, rotos y doblados -para mostrar los zapatos industriales de casquillo-, cabello largo y chamarras de piel o de mezclilla, quedaron en la historia. No así su estilo.

Aquella vestimenta estigmatizada porque pertenecía a jóvenes pobres, de barrios bajos y violentos, fue rescatada ahora por los diseñadores de moda. Los pantalones ajustados están de vuelta, la mezclilla rota también. Los estoperoles son parte de las pasarelas o de las “nuevas temporadas” que se exhiben en centros comerciales. Los tatuajes, que hasta hace escasos 10 años eran mal vistos, han cobrado popularidad y prestigio.

Las modas van cambiando con el tiempo, claro. Pero en los últimos años los creadores comerciales de las mismas han recurrido a lo “retro”, o bien, a “lo rebelde”, como marca y eslogan para vender las mercancías que producen. Así, a principios del milenio, es decir, del año 2002, la fiebre y simpatía por el EZLN se propagó como pólvora en Querétaro, pese a que el movimiento había comenzado en 1994. Los jóvenes entonces salieron en masa a comprar playeras con la imagen del subcomandante Marcos. Un año después –o poco más— revivió la imagen del Che Guevara, y aquél guerrillero que luchó por un sistema político-económico más justo, terminó impreso en playeras y pantalones para jóvenes, como eslogan de la marca Furor, como marca quintaesencialmente capitalista.

Más recientemente llegó a Querétaro la moda Emo, consistente en jóvenes vestidos con pantalones ajustados, playeras con estrellas o cráneos de color rosa, y largos copetes que les tapaban los ojos. Cobraron fama cuando fueron blanco de agresiones físicas por parte de otros grupos en pleno Centro Histórico.

Una vez extinguido el fenómeno Emo, le siguió el Hipster, que causa simpatía y malestar por igual entre los jóvenes, y cuya vestimenta, ajustada, se complementa con lentes cuadrados (aquellos que estuvieron de moda en los años 50 y 80), bigote a la Salvador Dalí o Pancho Villa, y tatuajes en zonas visibles, principalmente en los brazos y el cuello.

La imagen de los jóvenes que escuchaban “rock pesado” —como alguna vez se denominó al metal, punk y otros géneros “duros”— pasó de antifashion a fashion. Los jóvenes que viven en la periferia y que aún mantienen el estilo rockero y la actitud violenta de aquellos años, pasaron entonces de ser nombrados “chavos banda” o “pandilleros”, a “chacales” o “chacos”.

José Luis Kobayashi, mejor conocido como Maykos, propietario de la tienda que lleva el mismo nombre y que está dedicada a la venta de rock desde hace 22 años, opinó en entrevista que la comercialización del rock permitió que la gente clasemediera y con más posibilidades económicas le perdiera el miedo. “Se le perdió el miedo. Antes hasta se persignaban cuando pasaban por el local, ¡ay cabrón!, decían. La gente hasta se quitaba cuando pasaba la banda, no se asomaban a la tienda”.

Esos desmadres son parte del rock: llegan nuevas generaciones y a las viejas les caga que a las nuevas les guste lo viejo. Lo hipster es una etiqueta que pone la misma banda; alguna vez una persona me dijo que los hipsters son los se sienten intelectuales. Los ñoños que les late el pedo del rock, que son cinéfilos y literatos, muy conocedores”.

Los jóvenes de ahora carecen de identidad musical e ideológica”, consideró Kobayashi. “No me late etiquetar, no me clavo. Pero eso de verlos nomás por las fotillos, de playerita y lentecito. Es un pedo nuevecito y les pegan bien duro con chistes en redes sociales”.

Quienes visitaban su tienda hace más de una década, “eran más banda, más organizados. Entre las mismas bandas hacían sus tocadas, y ahora ya no se da tanto el pinche pedo de bandas como antes”.

Para Maykos, independientemente de las etiquetas, los jóvenes de ahora no tienen ideas o compromisos; son una generación de videojuegos y de computadora, que escucha el rock que se comercializa.

Ahora van por accesorios para disfrazarse de rockeros. Los tatuajes no sólo son moda, son auge, y para los tatuadores representan más chamba. Ahora hay un chingo de tatuados; ahora se hacen los tatuajes por todos lados. Los tatuajes se comercializaron y ya no son lo mismo. En los 80’s los tatuajes eran una forma de protesta; ahora ya no tienen ningún contenido social”.

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