Sustrato de vida. Si los huaraches hablaran

Por: PATRICIA NÚÑEZ

José María García es un hombre de campo, hijo de hombre de campo. Orgulloso de su origen. Ha prosperado a base de esfuerzo y de una viveza aguda y simpática. Esposo amoroso y padre de tres hijos.

Se remonta a sus ayeres. Le tocó jugar en el río cuando había peces, cuando había hasta perritos de agua ―una especie de nutria― en la maravillosa cuenca del río Las Fuentes, en el arbolado estado de Morelos.

Hoy siembra. Sí, en esta época en que la mayoría de los jóvenes abandona el campo porque es una “chamba” muy pesada y no da dinero fácilmente, él siembra. Y dice riéndose que este trabajo no es para flojos.

No, doñita, este trabajo sólo lo hace el que tiene tierra en las uñas de las manos y de los pies. Si no, fíjese en los huaraches de mi padre. Ya ve: sólo es para quien ama su tierra.

Por esos huaraches trabajo, porque no se acaban, porque han recorrido por años las parcelas, porque si hablaran le platicarían de la temporada de lluvia, y de la de secas, y del barbecho, y de la siembra… Le dijeran cuándo y cómo se levanta el frijol y el maíz.

Aunque mis papás me mandaron a la escuela, yo regresé al campo. Ése fue su regalo. El día de mi graduación no le permitían la entrada a mi padre: llevaba sus huaraches. Y son esos mudos testigos los que me dieron casa, vestido y sustento. Y mire usted, doñita, ese terreno con hileras de jitomate también lo trabajan los mismos huaraches.

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