Sustrato de la Vida. Al edén de su sombra

Por: PATRICIA NÚÑEZ

Faltaba un mes para el 21 de marzo, y aquí, en la sierra, esta flor se había adelantado. Es una flor que difícilmente se verá en el jarrón de la mesa de centro. Es una flor que quizás nunca se regale un 14 de febrero. Es una flor que nadie usaría como ofrenda a un difunto. Pero esta flor es bella: de un amarillo intenso, chiquita pero tupida, y tiene que ver, además, con el ciclo de la vida. Se da en abundancia, pero no toda su semilla germinará debido a una condición experta de la Naturaleza: proporción en la población.

Esta flor proviene y germina de un árbol de poca altura pero de mucha sombra, que pasa invisible por ser tan “común y corriente”, dicen: un oasis después de escalar el cerro en busca de otras especies vegetales.

Cierta ocasión en que recorríamos la montaña clasificando la distinta vegetación en la zona, tras varias horas y ya agobiados todos por las altas temperaturas, llegamos al edén de su sombra. Cubiertos por este árbol y su bella flor, vimos venir a lo lejos, entonces y de la nada, a una señora con un borrico. Iban rumbo a la comunidad con su carga preciada, muy preciada por los varones, pero también por algunas mujeres: pulque y aguamiel. Así que no tuvimos más remedio, todos, que saciar la sed. Eso sucedió bajo el refugio y cobijo del generoso árbol Acacia farnesiana revestido ya con su bella flor―, al que llamamos simplemente “huizache”.

Sustrato de vida. Si los huaraches hablaran

Por: PATRICIA NÚÑEZ

José María García es un hombre de campo, hijo de hombre de campo. Orgulloso de su origen. Ha prosperado a base de esfuerzo y de una viveza aguda y simpática. Esposo amoroso y padre de tres hijos.

Se remonta a sus ayeres. Le tocó jugar en el río cuando había peces, cuando había hasta perritos de agua ―una especie de nutria― en la maravillosa cuenca del río Las Fuentes, en el arbolado estado de Morelos.

Hoy siembra. Sí, en esta época en que la mayoría de los jóvenes abandona el campo porque es una “chamba” muy pesada y no da dinero fácilmente, él siembra. Y dice riéndose que este trabajo no es para flojos.

No, doñita, este trabajo sólo lo hace el que tiene tierra en las uñas de las manos y de los pies. Si no, fíjese en los huaraches de mi padre. Ya ve: sólo es para quien ama su tierra.

Por esos huaraches trabajo, porque no se acaban, porque han recorrido por años las parcelas, porque si hablaran le platicarían de la temporada de lluvia, y de la de secas, y del barbecho, y de la siembra… Le dijeran cuándo y cómo se levanta el frijol y el maíz.

Aunque mis papás me mandaron a la escuela, yo regresé al campo. Ése fue su regalo. El día de mi graduación no le permitían la entrada a mi padre: llevaba sus huaraches. Y son esos mudos testigos los que me dieron casa, vestido y sustento. Y mire usted, doñita, ese terreno con hileras de jitomate también lo trabajan los mismos huaraches.