San Francisquito: El barrio conchero, entre el olvido y la tradición

Por: Javier M. Pérez

Después de que Conín se entregara a los españoles y tomara posición como señor de Querétaro bajo el nombre de Hernando o Fernando de Tapia, los chichimecas derrotados reconocieron la cruz católica y danzaron por primera vez ante ella. Luego, en 1531, se instalaron en la parte alta del “Barrio de la Loma”, entre rocas y peñascos, y fundaron el Barrio de San Francisquito. Al fundarlo, instituyeron también la tradición conchera; tradición que hasta ahora sus habitantes, organizados por familias o “mesas”, conservan con orgullo y dedicación.

Pero pese a estar cargado de historia, el Barrio de San Francisquito permanece hundido en el olvido. Una avenida, la de Constituyentes, lo separa del turístico Centro Histórico, ése que tanto se promueve a nivel nacional e internacional, y lo deja en manos del pandillerismo, la inseguridad y la pobreza.

Los que se juntan en la esquina 21 de Marzo y Doctor Lucio, se roban todo, nomás viera; se llevan las baterías de los coches, roban a los que pasan y desconocen a todos. Lo hacen a todas horas, pero más en las noches, durante los fines de semana, que es cuando andan de marihuanos y hacen y deshacen”, nos dice doña Dolores Lara, quien, a sus casi 60 años, sabe y afirma que el problema se convirtió ya en una tradición.

Parece que sí, que los viejos habitantes miran con nostalgia a San Francisquito; recuerdan cuando eran un “barrio”, cuando todavía no imperaba la cobardía de la violencia, la tristeza de la “mona” y el escándalo de las pandillas; en fin, cuando en sus calles se podía vivir más o menos en paz.

La fama de “barrio bravo” se la dieron a San Francisquito “Los Ramones”, una pandilla que formaba parte de una estructura criminal más amplia, y que, según datos recabados a través de algunos de sus antiguos miembros, acostumbraban matar perros y comérselos durante las tradicionales fiestas del 20 de noviembre, realizadas para celebrar sus fechorías. Hoy en día, en San Francisquito existen tres pandillas fuertes identificadas, mismas que se han convertido en dueñas y señoras del barrio.

Pero mientras el ambiente del barrio se transforma, las calles permanecen iguales: con los mismos baches de siempre, las mismas pavimentaciones de siempre, las mismas fachadas de siempre, y los mismos cables con los mismos tenis viejos colgados de siempre, símbolos inconfundibles de que uno se encuentra en un barrio. “Aquí no ha cambiado nada, sólo han pavimentado las calles. Al barrio no vienen los políticos y eso que los tenemos aquí cerquita”, afirma doña Dolores Lara, habitante de San Francisquito por al menos 45 años.

Embellecer” al barrio

Apenas en junio pasado el alcalde de Querétaro, Roberto Loyola Vera, anunció que el olvido gubernamental del Barrio de San Francisquito había llegado a su fin.

Al término de la presentación de Resultados del Ejercicio de Diseño Participativo Nuevo Urbanismo, durante el encuentro sostenido con vecinos, el alcalde reconoció al Barrio de San Francisquito como una extensión del Centro Histórico y, sobre todo, como origen de la herencia cultural más antigua de la ciudad: la de Los Concheros. También subrayó la importancia del rescate de la imagen urbana y el espacio público, así como la necesidad de avanzar en la peatonalización de la zona.

Son propuestas en las que los propios vecinos han participado. La idea, como lo he planteado, es poder rescatar este importante barrio, uno de los barrios más tradicionales, más antiguos, más típicos de Querétaro, que es una natural extensión de nuestro Centro Histórico, una invaluable riqueza”.

Entre las propuestas para rescatar al barrio, destacan la de generar buenas entradas al mismo, rehabilitar y dignificar parques, recuperar la cancha deportiva, rescatar monumentos de identidad, construir un centro comunitario y realizar cambios de pavimento para trazar la primera ruta de concheros.

Los Concheros

Sí, el Barrio de San Francisquito es, por antonomasia, el barrio de Los Concheros.José Félix Zavala, de El Oficio de Historiar,narra cómo, desde el 25 de julio de 1531, cuando se fundó el barrio, “los chichimecas de esa región llamada Maxei, no han dejado de prepararse con largas y afanosas tareas para la fiesta de la Santa Cruz de los Milagros, cada 14 de septiembre, dando así un vuelco sincrético a su tradición de danzantes rituales”. En el Barrio de San Francisquito, “cuando las tardes declinan, se escucha el sonido guerrero del teponaxtle, del huehuetl, del caracol, sonidos graves y agudos, el ritual de la chirimía y los tamborcillos de mano, indicando la existencia de una mesa de danza, en el barrio de indios, ubicado en la Loma del Sangremal, cuna de la danza de Concheros o Chichimeca”.

La danza de los Concheros es sagrada; su sobrevivencia, en tanto manifestación religiosa y cultural, es un fenómeno especial: “habla del peso de 400 años de tradición y tres mil años de cultura civilizatoria”, escribe José Félix Zavala, e integra a “los Concheros de Guanajuato, Tlaxcala, México y Querétaro. Está sellada por rasgos de compadrazgo ritual que obligan a sus miembros a una relación de recíproco respeto y solidaridad. Independientemente del rasgo jerárquico del danzante, cada danzante se dice ‘portador de la danza misma”.

Al grito de “Él es Dios”, los círculos de danza chichimeca, desde sus respectivos adoratorios, después de haber oído “La Palabra”, comienzan a ensayar la danza, actitud que inicialmente se pensó impecable, para la cual hay que someterse con absoluta obediencia a la guía de la jerarquía, responsable del grupo, a preparar el espíritu de los instrumentos y los trajes para el gran acontecimiento que dará principio la noche del 12 al 13 de septiembre».