Sustrato de la Vida. Al edén de su sombra

Por: PATRICIA NÚÑEZ

Faltaba un mes para el 21 de marzo, y aquí, en la sierra, esta flor se había adelantado. Es una flor que difícilmente se verá en el jarrón de la mesa de centro. Es una flor que quizás nunca se regale un 14 de febrero. Es una flor que nadie usaría como ofrenda a un difunto. Pero esta flor es bella: de un amarillo intenso, chiquita pero tupida, y tiene que ver, además, con el ciclo de la vida. Se da en abundancia, pero no toda su semilla germinará debido a una condición experta de la Naturaleza: proporción en la población.

Esta flor proviene y germina de un árbol de poca altura pero de mucha sombra, que pasa invisible por ser tan “común y corriente”, dicen: un oasis después de escalar el cerro en busca de otras especies vegetales.

Cierta ocasión en que recorríamos la montaña clasificando la distinta vegetación en la zona, tras varias horas y ya agobiados todos por las altas temperaturas, llegamos al edén de su sombra. Cubiertos por este árbol y su bella flor, vimos venir a lo lejos, entonces y de la nada, a una señora con un borrico. Iban rumbo a la comunidad con su carga preciada, muy preciada por los varones, pero también por algunas mujeres: pulque y aguamiel. Así que no tuvimos más remedio, todos, que saciar la sed. Eso sucedió bajo el refugio y cobijo del generoso árbol Acacia farnesiana revestido ya con su bella flor―, al que llamamos simplemente “huizache”.

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